Los dueños del capital y del poder político, ven en los trabajadores/as
una mercancía, no ven seres humanos con deseos y necesidades. Ellos son
un recurso más, una oportunidad de corta duración para acrecentar sus
fortunas. Los trabajadores/as son obligados por las fuerzas del capital a
vivir a condición de encontrar trabajo y permanecer a merced de una
lógica en la que solo se puede ser productor o consumidor, aunque sea
por pocas horas o días. La explotación de un individuo por otro, se
convirtió en explotación de naciones enteras convertidas en sociedades
marginales. Hoy las transnacionales y los empresarios globales, que no
son más del 1% de la población del mundo, representan a la clase social
que aprendió a despojar a los trabajadores/as incluso de la opción de
ser explotados de manera directa, los convierten en desempleados y
salvan sus responsabilidades aduciendo que son efectos propios de la
imperfección de los mercados.
Desempleo no es solo la carencia de trabajo remunerado, ni la negación
de ingresos producto de la fuerza de trabajo, es un eslabón en la cadena
de agresiones contra la humanidad, que vulnera prácticamente todos los
derechos constitutivos de la dignidad humana. El desempleo afecta la
salud mental, genera depresión, ansiedad, trastornos, alimenta las filas
de las guerras e incrementa los suicidios. 2013 comenzó con cerca de
200 millones de desempleados, gran parte en los mismos países que
presentan del lado de los dueños del capital sostenidos niveles de
crecimiento de sus economías. Dos de cada tres desempleados son jóvenes y
75 millones desempleados no ha cumplido 24 años (datos OIT). Alrededor
de 35 por ciento de los jóvenes desempleados en las llamadas economías
avanzadas no tuvieron empleo durante seis meses o más y la gran mayoría
ya no ocupará un lugar en el mercado laboral, otros perderán rápidamente
sus competencias profesionales y sociales por falta de opciones para
acumular experiencia laboral. Cientos de miles de profesionales aceptan
cualquier empleo por horas y a cualquier precio, solo para pagar techo y
comida. El 12.7% de jóvenes de la Eurozona no tiene empleo, no va a un
centro educativo y no asiste a ningún tipo de formación. El capital, que
les había ofrecido esperanzas por un mundo mejor, ahora los elimina del
sistema, les bloquea las posibilidades del progreso. Al capital no le
interesa el futuro de la humanidad, le interesan los negocios, extraer
la sustancia del trabajo humano rápidamente y desechar al ser humano.
La situación para las mujeres es similar. En 2012 alrededor de 13
millones de mujeres perdieron sus empleos. En esta década ha crecido el
número de iniciativas de equidad y las declaraciones apuestan por
eliminar la violencia de distinto tipo padecidas por una de cada tres
mujeres en el mundo, pero continúan siendo el rostro más visible de la
pobreza. Para el capital no existe género, es despótico, mezquino y
criminal a la hora de imponer un desarrollo forzado, basado en técnicas
de guerra, según las condiciones de cada país. Las mujeres unas veces
son desplazadas de la agricultura y arrastradas a la industria y otras
de la industria a los servicios, en cualquier caso con empleos precarios
y remuneraciones carentes de garantías de seguridad social.
Los adultos jubilados completan el panorama del lucro sobre la gente,
cada vez reciben menor atención estatal y son vistos por los
capitalistas como una carga. Son expuestos como privilegiados
usurpadores de lo que pudiera corresponder a otros, son convertidos de
despojados en despojos a los que trata de presentar como inútiles. Sin
embargo con los recursos ahorrados por los jubilados en décadas de
trabajo, los financistas privados aumentan la especulación financiera
global.
En las cifras oficiales de desempleo se omiten otros cientos de millones
de excluidos del capital y del poder que son los subempleados, que son
realmente desempleados estructurales. Carecen de empleo y de las
garantías asociadas a este, en 72 países de 198 de la OIT, estos reciben
un temporal y exiguo seguro de empleo, que cubre a menos del 15% de los
desempleados del planeta. En la misma secuencia de daños estructurales
provocados por el capital están 397 millones de trabajadores que viven
en la pobreza extrema y otros 472 millones de trabajadores que no pueden
satisfacer sus necesidades básicas con regularidad.
El desempleo se ha convertido en la epidemia que recorre el mundo. Son
cientos de millones de personas expulsadas del sistema productivo y
condenadas a la miseria humana, son convertidos en seres anónimos que
tratan de huir solitarios en medio del hambre y la esquizofrenia que
produce la exclusión. Hay quienes nunca podrán obtener un empleo y
quienes tratan de sobrevivir a la doble violencia de nacer en un
presente de negaciones y un incierto futuro de desesperanzas trazado por
el capital. No es el mercado el que quita o crea empleos, tampoco es la
mano invisible la que regula, son personas, aparecen en los registros
del éxito global, tienen nombres y apellidos, son hombres del sistema
que han hecho de la explotación su principal oficio, se deleitan
produciendo capital para sus propios bolsillos y dolor y muerte para
grupos y sociedades enteras. El desempleo destruye las relaciones
sociales, los deseos y sueños que hacen más humanos a los humanos. El
desempleo es hoy una frustración que mata, pero también una oportunidad
que empieza a movilizar la conciencia en defensa de la vida y del
planeta.
Los llamados líderes mundiales de la economía en el (G-8, G-20),
consideran que las expectativas de la economía mejorarán, apuestan por
disminuciones del desempleo a costa de pauperizar aun más las
condiciones de trabajo, de ofertar tiempos parciales donde había tiempos
totales, de reducir las garantías de sanidad y de considerar toda
actividad muscular o mental como un empleo a contabilizar. Sin embargo
las gentes comunes y corrientes creen que la incertidumbre económica y
la pérdida del empleo son el principal riesgo para los próximos años y
también creen otra vez que el poder político que ampara al capital no es
cosa distinta que la violencia organizada de la clase en el poder para
oprimir y suprimir derechos.
Uno de los activadores del desempleo es la “volatilidad de los flujos
internacionales de capital” que provoca daños estructurales arrastrando a
las débiles economías locales a hacer ajustes inclusive en contra de
sus propios nacionales. Un ejemplo son los tratados de libre comercio
firmados entre potencias colonialistas y gobernantes bajo su tutela, lo
que constituye una estrategia depredadora a favor de la concentración de
capital global y de la destrucción de fuentes de empleo local. Lo que
pareciera ser una incoherencia entre las políticas monetarias y las
fiscales adoptadas en diferentes países hace parte de la estrategia de
acumulación favorable a la volatilidad de tales capitales que
perfeccionan sus técnicas de saqueo mediante una rápida explotación y
acumulación de capital antes que incorporar a nuevos trabajadores. Los
representantes políticos de las naciones hacen llamados formales a la
responsabilidad social de los empresarios, mientras los representantes
económicos y financieros de estos diseñan prácticas para aumentar sus
riquezas privadas en detrimento de derechos y garantías conquistadas por
los trabajadores/as y las sociedades a lo largo de luchas históricas.
La mayor preocupación es que, en todo caso, las
políticas para atacar el desempleo provienen de los mismos escenarios
del poder político y económico de los depredadores, que formulan recetas
en favor del capital, dan garantías a los acumuladores e imponen las
reglas de privatización del mundo. Cambiar las condiciones no
corresponde entonces al plano de las regulaciones económicas, ni al
orden institucional, si no al plano del poder, de la lucha política y
social. Las movilizaciones y levantamientos sociales, constituyen
nuevamente la herramienta principal de emancipación, contra la sujeción y
la explotación, contra las técnicas y estrategias del capital. La
economía de los dueños del capital no está en crisis, basta mirar sus
indicadores que no paran de crecer, destruir el empleo y causar el
desmonte paulatino de derechos, ellos son los responsables de la
epidemia mortal del desempleo que excluye y elimina y exige actuar sobre
ellos como saben hacerlo los pueblos.Manuel Humberto Restrepo Domínguez
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